lunes, 17 de octubre de 2016

Buscando brujas



BUSCANDO BRUJAS

Caminaba entre la niebla espesa,
con los pies descalzos sobre la hojarasca fría,
rompiendo el denso silencio
con su crujir.
La humedad del sombrío bosque
se me pega a la piel, lo cubre todo
y penetra intensamente en los huesos.
No puedo dejar de recordar en estos momentos
las viejas historias contadas en las noches
de luna, detrás del fogón de la nostalgia.
Historias de las que nunca se sabía
lo que era realidad o fantasía,
y que ahora yo quiero reproducirlas
desafiando al paso del tiempo
y jugando peligrosamente con la fantasía.
Historias de brujas, se decía, pero...
eran brujas distintas, especiales,
las brujas de la tierra mía.
Las brujas de los bosques encantados de mi isla
no eran brujas malvadas,
eran brujas simpáticas, juguetonas y traviesas.
No vestían de brujas... iban desnudas,
no volaban en escobas...danzaban de peña en peña.
No eran seres extraños, eran conocidas,
tenían nombres y apellidos.
Eso sí, si eras hombre, apuesto y bien fornido,
no te dejarían ir sin tener algo contigo.
Y si no dabas el nivel apetecido,
adios ropajes para cubrir tu cuerpo,
amanecías vestido de niebla en la helada mañana
y así te encontraban como animal herido.
Estas brujas alegres y quisquillosas,
sólo tenían una meta, un propósito:
compartir su alegría.
Por eso hoy todavía, en mitad de la espesura
se abre un claro en el que jamás crece la hierba.
Allí, allí se suponen los aquelarres,
las orgías de las brujas de la tierra mía.
A esas brujas busco yo hoy,
atravesando el bosque,
caminando despacio y cautelosa
entre la niebla,
despejando incógnitas de leyendas viejas.